GRANDEZA
Señor Presidente:
Deliberadamente me he abstenido de dar una sola declaración pública a los
medios después de las graves denuncias del ex ministro Botero. No es el momento
de reacciones precipitadas, ni de pronunciamientos emotivos para pescar en río
revuelto. La situación es demasiado delicada. Tienen toda la razón quienes
hacen un llamado a la reflexión. Y yo agregaría que también a la grandeza.
Es dentro de ese espíritu como
me atrevo, con todo respeto, a escribirle esta carta.
La reflexión más importante que debemos hacernos en circunstancias tan difíciles, es cómo evitar que esta crisis deje secuelas y heridas que los colombianos tengamos que pagar por el resto de nuestras vidas.
La reflexión más importante que debemos hacernos en circunstancias tan difíciles, es cómo evitar que esta crisis deje secuelas y heridas que los colombianos tengamos que pagar por el resto de nuestras vidas.
No es justo someter a un pueblo
a que decida si el que miente es su Presidente o su ex ministro de Defensa. Es
de los espectáculos más deprimentes que una dirigencia le puede ofrecer a un
país. Pero la decisión fue suya. Ud. se jugó esa carta y estaba en todo su
derecho. El resultado le fue adverso... muy adverso.
Y viene aquí una primera
consideración. No se da cuenta del terrible daño que esto le hace a la majestad
y a la autoridad del cargo que Ud. ocupa? Las personas somos pasajeras pero las
instituciones permanecen. Es un nefasto legado para una nación ansiosa de
autoridad y liderazgo, que la mayoría de la gente piense que desde la
Presidencia de la República se puedan eludir responsabilidades, inclusive
mentir, y no pase nada.
Todo esto tiene que ver también
con los principios, los valores y el honor, paradigmas de cualquier sociedad
civilizada. Vaya ironía! Ud. les dijo hace poco a unos dirigentes políticos, en
una aseveración tan equivocada como injusta, que no le debía su elección al
partido liberal sino a Monseñor Castrillón. Y fue este mismo prelado, por
oficio sabio en confesiones y perdones, el que les dijo a los colombianos que
vio el resplandor de la verdad sobre el rostro de Botero, pero no sobre el
suyo. Y luego puso el dedo en la llaga al decir que este escándalo tenía un
ingrediente jurídico y político, pero también otro moral.
El honor es lo más preciado que
puede tener cualquier persona. Es más importante que la misma vida. Piense en
el honor de la patria que Ud. encarna y en el daño que le hace al aferrarse al
poder a cualquier costo. Piense en la indignidad internacional a que estamos
sometidos. O piense lo que deben sentir los soldados que en estos momentos
ofrecen sus vidas por ese honor patrio que juraron defender, y que Ud. está
pervirtiendo.
Su propuesta de una consulta popular para resolver esta crisis, que en realidad será una confrontación electoral, no puede ser la solución. Ni los problemas morales ni los jurídicos se resuelven con plebiscitos. Es un esperpento legal. Es violatorio de la Constitución y obstruye el debido proceso. Pero sobre todo los costos, no solo en dinero sino en odios y hasta en violencia que este procedimiento generaría, serían inconmensurables.
Es muy peligroso para el país tratar de colocar esta crisis como un problema de lucha de clases, como insistentemente lo ha querido hacer su ministro del Interior. Nada tiene que ver esto con el enfoque social que Ud. le quiere dar a su gobierno, y con el cual, por lo menos en mi caso estoy totalmente de acuerdo. Inducir, por ejemplo, a las centrales obreras a que cierren filas y digan que esto es un ataque contra los derechos de los trabajadores es populismo irresponsable y totalmente contraproducente para los intereses del país.
Su propuesta de una consulta popular para resolver esta crisis, que en realidad será una confrontación electoral, no puede ser la solución. Ni los problemas morales ni los jurídicos se resuelven con plebiscitos. Es un esperpento legal. Es violatorio de la Constitución y obstruye el debido proceso. Pero sobre todo los costos, no solo en dinero sino en odios y hasta en violencia que este procedimiento generaría, serían inconmensurables.
Es muy peligroso para el país tratar de colocar esta crisis como un problema de lucha de clases, como insistentemente lo ha querido hacer su ministro del Interior. Nada tiene que ver esto con el enfoque social que Ud. le quiere dar a su gobierno, y con el cual, por lo menos en mi caso estoy totalmente de acuerdo. Inducir, por ejemplo, a las centrales obreras a que cierren filas y digan que esto es un ataque contra los derechos de los trabajadores es populismo irresponsable y totalmente contraproducente para los intereses del país.
Ud. le exige a nuestra
colectividad su respaldo. No debe colocarla en esta encrucijada. Porque aunque
no crea que fue elegido por los votos liberales, tiene que reconocer que la
dirigencia liberal lo ha rodeado con extrema lealtad. Le pido, como liberal,
que no someta a nuestro partido al exterminio. Si es su voluntad inmolarse, no
pase a la historia como el sepulturero del partido liberal.
Quiere Ud. convocar al Congreso
de la República para poner ahí el debate político. Es natural porque es un
escenario que su gobierno controla. Allá podrá ganar batallas tácticas. Pero
piense más bien en los tremendos costos que para todos los colombianos tendrá
la prolongación innecesaria de esta crisis. En las miles de miles de personas
que se van a quedar sin empleo. O en los millones de millones de dólares que se
van a fugar del país en lugar de dirigirse hacia inversiones productivas.
Señor Presidente: créame,
cuando le digo, que siento un profundo dolor por lo que le está sucediendo. No
solo por una vieja y estrecha amistad familiar, sino porque a ningún colombiano
le puede alegrar la humillación y el sufrimiento de su Presidente. Entiendo
también su inmenso drama personal y la necesidad de buscarle una salida digna y
generosa a esta tragedia. Es por eso por lo que creo interpretar a todos los
colombianos que les preocupa el futuro de su patria, al decir que hasta sus más
enconados contradictores están dispuestos a despejar cualquier camino que le
permita a Ud. y a su familia salir con la frente en alto del Palacio de Nariño
con tal de ponerle fin a este drama que está asolando al país.
Una reflexión final y personal:
lleva Ud. sobre sus hombros no solo la majestad de la Presidencia sino la
tradición de una estirpe que ha sido orgullo para Colombia. Así Ud. esté en paz
con su conciencia, hay ciertos hechos que por su contundencia se tienen que
aceptar en la vida y en la política. Cuando decidió poner, el lunes pasado, a
escrutinio público la legitimidad de sus palabras frente a las del director de
su campaña, tenía que ser consciente de que se jugaba sus restos. Y perdió.
Cómo cree que pueda seguir gobernando cuando al día siguiente por abrumadora
mayoría sus gobernados le dieron la espalda? No es esto suficiente plebiscito?
Todos los colombianos comprendemos el laberinto en que se encuentra. Pero Ud.
no es el primer mandatario que se enfrenta a esta situación límite: el momento
en que confluyen la luz y la sombra en la vida de un hombre público. Otros
hallaron la salida con decoro y dignidad. Y sus pueblos encontraron en ese
acto, un punto de partida para construir un nuevo futuro.
Sea leal con su patria que lo
colmó de honores y con su estirpe de tan noble espíritu: retírese con grandeza
y recibirá el reconocimiento de los colombianos y de la historia.
Con sinceridad y todo respeto.
Con sinceridad y todo respeto.
Juan Manuel Santos
Publicación
eltiempo.com
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Sección
Editorial – opinión
Fecha de publicación
26 de enero de 1996
Autor
JUAN MANUEL SANTOS
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