domingo, 15 de abril de 2012

Las dos Américas

Ciertamente somos distintos. Estados Unidos, Canadá y Brasil, son una cosa y el resto, somos otra. Los tres primeros son ricos, invierten en educación, están industrializados, la pobreza es mínima (como en Canadá) o ha bajado notablemente en un solo gobierno (en Brasil con Lula, que hizo crecer la clase media). Les debe dar pena los enfrentamientos entre Venezuela y Colombia, o la muestra histriónica de la viuda Kirschner de Argentina. Hay quienes dicen que qué chévere como somos, es decir, espontáneos, alevosos, no comemos cuento, descofiados "por eso no nos la montan" y tratamos de imponer siempre nuestro punto de vista. Pues no, no es chévere. Esa cultura que nos parece tan relevante, lo que nos hace es un daño tremendo porque ante el mundo somos solo unos loquitos que quieren vivir emparrandados, que siempre quieren sacar ventaja sobre los demás en lugar de trabajar de la mano y que creen que les deben dar todo, cuando de lo que se trata es de ganarse las cosas con trabajo y preparación (eso es lo que no nos gusta hacer). ¡Merecidos, habría dicho mi abuelo! Por eso digo, somos distintos. En la cumbre se notó. Mientras la señora Dilma Rousseff hablaba de comercio con su par de los Estados Unidos y se mostraba parca y toda una señora ante la prensa, la señora Cristina Fernández se hizo notar, y mucho, cuando abandonó la cumbre. Tampoco fue ruidoso el primer ministro de Canadá, Stephen Harper quien vino a hacer negocios y no a hacer pasarela o aparecer bulloso. Somos distintos. La cultura del 'guepajé' que es común en muchas naciones de América Latina, nos está dejando atrás de la cola del desarrollo. Y luego les sacamos la lengua a los gringos por haber construido el país que construyeron. ¡Bobada grande!, como decía Montecristo.

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