domingo, 12 de junio de 2011

Para los agresivos

Por efectos de mi profesión, he tenido que conocer a muchas personas, unas tranquilas, otras asustadoras y otras muy agresivas. Las tranquilas, usualmente entienden el oficio que hacemos los periodistas, y por muy en contraposición que estén sus opiniones sobre lo que uno escribe, son tolerantes.
De las asustadoras, no hay mucho de qué hablar. Son aquellas que uno sabe que son corruptas, matonas, malintencionadas, pero a las que hay que acudir para pedir una opinión o una versión de los hechos.
Pero los realmente fastidiosos son los agresivos. Gandhi decía que la violencia es el miedo a los ideales de los demás, y tenía mucha razón. Un violento, para el caso, un agresivo, es aquél que intenta defenderse siempre, porque siempre cree que está siendo atacado, como un animal de la jungla, como ese mamífero interno que no ha podido superar para llevar a la evolución en seres superiores.
Uno de esos, recientemente me prohibió publicar siquiera su nombre en el periódico para el cual trabajo. Lleva una vida, dice él muy austera, honesta, no le debe a nadie, y sólo hace el bien. Al menos eso cree, pero cuando no se dice lo que él quiere, estalla en ira infinita, grita, vocifera, se exalta y parece un orangután.
Pero así como hay gente como esa, hay otros agresivos porque sí. Como el que lo cierra cuando usted va manejando y fuera de eso lo insulta, o el señor que va con perro a caminar al parque donde está prohibido llevar animales, y cuando usted le dice que está infringiendo la norma, poco le falta para pegarle. "Es que hay mucha gente metida en este pueblo, ¿no?", me dijeron recientemente.
Estamos llenos de esos personajes en todas partes, gente que actúa como animales: ataca, responden, reaccionan. Dice muy poco su actitud de nuestra evolución.
¿Qué le pasa a esa gente? Que es insegura, que no acepta lo que los demás piensan o hacen, simplemente porque cree estar equivocado, que son inseguros.
Yo continuaré entonces ignorando al personaje aquél que les conté que me prohibió mencionar su nombre, él sigue enfermo y yo tranquila.

1 comentario:

  1. Aprerciada Sonia, uno en la vida cotidiana, un barrio, subido en bus, cuando está en un centro comercial, cuando da clases, en fin conoce y reconoce esos protoitpos de personas, casi que la sola presencia ya idnica su compostura con uno y el mundo. Estar tranquilos es una condición, pero eso no quiere decir adaptación, porque si fuera así entonces estaremos en la idea de aceptar al que le dice a uno "metido", entonces uno no se mete y no hace.

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